Miles de fanáticos se dieron cita este miércoles en las calles de Birmingham para despedir a Ozzy Osbourne, el legendario líder de Black Sabbath, quien falleció el pasado 22 de julio a los 76 años. En lugar de un funeral sombrío, la ciudad que lo vio nacer le rindió un tributo lleno de vida, música y recuerdos, cumpliendo así su último deseo: evitar una despedida lúgubre.
La procesión fúnebre recorrió varios puntos emblemáticos de su ciudad natal, incluyendo una parada especial en el banco conmemorativo dedicado a Black Sabbath. Allí, su esposa Sharon Osbourne y sus hijos agradecieron entre lágrimas y gestos de paz el inmenso cariño de los presentes. Una banda de metales al estilo Nueva Orleans lideró el cortejo mientras los asistentes coreaban al unísono: “¡Ozzy, Ozzy!”, recordando con emoción al Príncipe de las Tinieblas.
Ozzy, conocido tanto por su música como por su estilo irreverente y episodios inolvidables —como cuando mordió un murciélago en pleno concierto—, marcó la historia del heavy metal desde los años 70 con álbumes como Paranoid y War Pigs. Su figura renació en los 2000 con el éxito del reality The Osbournes, donde mostró su faceta más íntima y familiar.
Nacido en un hogar humilde del Birmingham de la posguerra, Osbourne enfrentó problemas de salud mental y un turbulento pasado delictivo antes de formar, junto a Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, una de las bandas más influyentes de la historia del rock.
Días antes de su partida, fue homenajeado en un histórico concierto en Birmingham con la participación de íconos como Metallica, Slayer, Tool y Guns N’ Roses. Aunque no se ha revelado la causa oficial de su muerte, el artista había hecho público su diagnóstico de párkinson en 2020.
Ozzy Osbourne no solo transformó la música; transformó vidas, estilos y generaciones. Hoy, Birmingham no lo entierra, lo celebra. Su leyenda no se apaga con su partida, se enciende cada vez que suena un riff de Black Sabbath. Porque como corearon miles de voces: “¡Ozzy vive para siempre!”