Guatemala se encuentra entre los países más afectados por el aumento de las temperaturas extremas a nivel mundial. En el último año (de mayo 2024 a mayo 2025), se registraron 122 días de calor extremo, de los cuales 95 fueron atribuidos directamente al cambio climático provocado por la actividad humana, según el informe «El cambio climático y la escalada del calor extremo global», elaborado por la organización Atribución Meteorológica Mundial (WWA), junto con otras entidades climáticas internacionales.
El informe, presentado en el marco del Día de Acción contra el Calor que se celebra cada 2 de junio, revela que Guatemala lidera en Centroamérica en número de días con temperaturas extremas, superando a El Salvador (113 días) y a Honduras (108 días). Además, el país ocupa el puesto 21 en América respecto a días agregados por el cambio climático, según el análisis del Índice de Cambio Climático (CSI).
La investigación también señala que Guatemala tuvo una anomalía térmica de 1.1 °C, es decir, un incremento por encima del promedio de los últimos 30 años. A nivel global, el año 2024 fue el primero en superar los 1.5 °C sobre los niveles preindustriales en todo un año, lo que lo convierte en el más caluroso registrado hasta ahora.
El impacto no solo se queda en los números. Según Álex Guerra, director del Instituto Privado de Investigación sobre el Cambio Climático en Guatemala, estas temperaturas extremas afectan directamente la salud de las personas, especialmente en grupos vulnerables como ancianos, niños y personas con enfermedades crónicas. También impactan la agricultura, causando estrés térmico en cultivos que ni siquiera el riego logra mitigar, y aumentan el riesgo de incendios forestales, incluso en zonas tradicionalmente húmedas como Alta Verapaz.
El informe identificó 67 eventos extremos de calor a nivel mundial en el último año, y Guatemala aparece en tres de ellos, con anomalías que alcanzaron hasta los 1.8 °C, y con probabilidades hasta 15 veces mayores de haber ocurrido debido al cambio climático.
Lo que antes era excepcional, hoy se está volviendo la nueva normalidad. Guatemala no solo es un punto caliente en el mapa climático, sino una alerta viva del impacto del cambio climático. Frente a esta realidad, la conciencia, la acción y la adaptación no pueden esperar. El calor extremo ya no es un problema del futuro: es el desafío de nuestro presente.