El actor guatemalteco Roberto Díaz Gomar, fallecido el 26 de noviembre de 2024 a los 78 años, dejó una huella imborrable en la cultura nacional. Con más de seis décadas dedicadas al arte de la actuación, Díaz Gomar no solo destacó como intérprete, sino también como director y productor, marcando una diferencia en cada proyecto en el que participó. Su vida fue una constante búsqueda por reflejar la realidad social a través del arte, utilizando el teatro y el cine como plataformas para la denuncia y la reflexión.
A lo largo de su carrera, que comenzó desde joven, Díaz Gomar fue un referente para generaciones de artistas, mostrando cómo la pasión por la actuación podía ser una herramienta poderosa para transformar y conmover a la audiencia. Su legado va más allá de las numerosas obras de teatro y películas en las que participó, dejando una profunda influencia en el panorama cultural de Guatemala, un país que lo vio crecer y en el que sus proyectos nunca dejaron de tocar los corazones de los espectadores.
La Historia de un Actor Comprometido con su País
Roberto Díaz Gomar nació en Escuintla, Guatemala, y desde muy temprana edad se mostró apasionado por el mundo de la actuación. A los 4 años participó en su primera obra de teatro escolar, y desde allí comenzó a forjar lo que sería una prolífica carrera en el arte dramático. Su formación en el teatro no solo fue académica, sino también autodidacta, estudiando y experimentando con diferentes métodos de actuación. A lo largo de su vida, Díaz Gomar cultivó una profunda admiración por las artes, influenciado por su familia, en la que varios miembros también estuvieron involucrados en el mundo artístico.
A finales de la década de 1960, su compromiso con el teatro como un medio para reflexionar sobre la situación social y política de Guatemala se hizo más evidente. Acompañado de su compañero Juan Luis Molina Rosa, llevó obras de contenido social a comunidades rurales, convirtiéndose en un referente de teatro de denuncia. Durante esos años, la situación del país y la represión vivida bajo el gobierno de Carlos Manuel Arana Osorio impulsaron a Díaz Gomar a usar su arte como una forma de resistencia, luchando por la justicia y la libertad de expresión.
Tras un atentado en su contra en 1978, Díaz Gomar se vio obligado a exiliarse en España, donde continuó su carrera como actor y director. En el país europeo, formó parte de más de 20 cortometrajes y alrededor de 12 largometrajes, destacando en películas como Las edades de Lulú (1990), junto a Javier Bardem, y Baton Rouge (1988), protagonizada por Antonio Banderas. A pesar de su éxito internacional, su corazón nunca dejó de latir por su tierra natal.
En 1998, después de 20 años de ausencia, Díaz Gomar regresó a Guatemala, donde continuó su trabajo en el cine y teatro. Fue una pieza clave en la creación de la Asociación de Gremio de Artistas de Guatemala (AGA Cine) y participó en la producción de varios largometrajes, además de seguir promoviendo la cultura a través del teatro. Su obra y su dedicación al arte nunca se vieron empañadas por las dificultades que enfrentó en su vida, y su carrera es testamento del impacto duradero que un artista puede tener en su comunidad.
Su legado es eterno, no solo por la calidad de su trabajo, sino por su incansable lucha para que las artes en Guatemala fueran reconocidas como un motor de cambio social. En sus palabras, el arte era la razón de su existencia, una manifestación de vida que seguía presente en cada escena, en cada proyecto, y en cada historia que interpretaba. A través de su arte, Roberto Díaz Gomar inmortalizó su pasión por el teatro, el cine y la televisión, convirtiéndose en un ícono de la cultura guatemalteca.