El accidente ocurrió aproximadamente a las 4:30 de la mañana, cuando los bomberos voluntarios recibieron la alerta. La unidad de rescate tuvo que ser dejada a un kilómetro de distancia, lo que obligó a los rescatistas a correr hacia el río. Al llegar, Sal se encontró con una escena desgarradora: pasajeros atrapados, aferrándose a la vida y pidiendo ayuda.
Antes de la llegada de los bomberos, los vecinos del sector habían intentado romper algunas ventanas para liberar a los heridos. Al llegar al lugar, Francisco Sal no dudó en lanzarse al río y comenzar el rescate. «Muchos se aferraban a mis manos, intenté calmarlos con palabras para mantenerlos con vida», relató.
Héroe en la tragedia
Entre la oscuridad y las aguas contaminadas, lograron rescatar a cuatro personas con vida. Entre ellas, una enfermera que, antes de fallecer, pidió que cuidaran a sus dos niños. «En ese momento deseé que pudiéramos salvar a todos al mismo tiempo, pero no era posible», expresó Sal con tristeza.
Francisco Sal conoció desde niño la necesidad de ayuda. A los ocho años perdió su ojo derecho en un accidente con un martillo, lo que marcó su decisión de servir como bombero. Hoy, con una carrera destacada en la XXI Compañía de Bomberos Voluntarios, su compromiso sigue intacto: «No importa el horario, el tiempo, la situación o la condición. Si está en mis manos ayudar, lo seguiré haciendo».
El sacrificio de Francisco Sal y su equipo es un recordatorio del inmenso valor de los bomberos voluntarios. En cada tragedia, ellos arriesgan sus vidas para salvar a otros. Hoy, su historia es un testimonio de heroísmo y entrega desinteresada.